Sin escala
Abrí el grifo y dejé correr el agua como en una tormenta espectacular. No sabía, por ese entonces, en dónde estaba mi mente, no tenía noción de mi cuerpo ni de nada. Dejé correr el grifo, ya lo dije, y me quedé ahí, de cuclillas, contemplándolo en silencio. Fui a la calle, a donde viven los que escapan de todo o de algo, al menos de una sola cosa deben escapar. Mi mente se nublaba de espacios, se llenaba de símil alegría. Sangre seca en los anaqueles, sonidos de un espacial viaje. La ruta acompañada del placer eterno y yo allí, sin saber nada de mí.
Me detuve frente a una puerta ¿Quién viviría allí? Golpeé una, dos, tres veces: Nada. La miré fijo, los demás estaban con las nuevas ideas del mentalismo, yo no podía siquiera saber en dónde me encontraba. La puerta marrón se abrió de repente: Un viejo de piel seca y semi roído por el espacio – tiempo me observaba con la mirada recorriendo mi cuerpo actual. Lo miré, apenas podía creer que la puerta al fin se abriera, que existiera algo más allá de eso. Decidí darme la vuelta y marcharme. Una voz, otra más, luces destellantes sobre mi espalda; me quedé quieto como una piedra y me pregunté por qué las piedras están en donde están. La boca del viejo se abría como una fosa eterna, me desesperé y metí mi puño en ella, mientras tanto, todo se fundía en delicioso caos experimental. Los cerrojos vacíos eran una especie de augurio que yo había visto en sueños viejos, no quería recordarlos. <<Sal de aquí>> dijo el viejo con la voz temblorosa, yo me desarmé en un millón de partes, cada uno de mis átomos comenzó a arder de miedo o algo parecido. La bocaza se fue cerrando despacio hasta desaparecer entre la piel antigua.
Old Money, la chica de mis sueños, ella también estaba con eso del mentalismo. La invité a salir pero me encerró en su cuarto y entonces hicimos el amor como dos condenados a muerte. No recuerdo casi nada excepto el vai ven de sus piernas suaves. Se contorneaba en una danza sub acuática y yo, al fin, sentía que era un cardumen de esperanzas. Me detuve justo a tiempo, su millonario esposo llegó y ella se asustó un poco, apenas podía ponerse nuevamente su vestido. Me escondí en el baño y abrí el grifo, no podía dejar de hacerlo cada vez que veía uno. <<Querida ¿Qué es ese sonido?>> se escuchaba la voz de su marido como en un tono similar al del viejo, ¿Sería él? Quise salir, pero el grifo se quedaría solo y entonces yo no podría detenerlo, no podría verlo correr, no podría descubrir quién era yo. Las voces de los cielos se manifestaron en sus jadeos, él le estaba haciendo el amor nuevamente, ella solo estaba fingiendo, muchas veces me dijo que me amaba a mí. Mentira, ella no me amaba para nada y yo tampoco a ella, pero todos solemos jugar a eso de declararnos amores de nylon. Necesitaba salir, temía que el agua que corría se llevara mi cuerpo, que era lo único que me quedaba. Mi corazón de lanzallamas hacía arder todo mi interior y yo lo sabía más que nadie. En realidad nunca me había fijado en eso.
Minimalismo, debería haberlo aplicado cuando no lo hice y viceversa, todo esto podría resumirse a un sentimiento: Estoy solo, estoy perdido, no sé quién soy ¿Cómo se le llama a eso? Entonces sentía que volaba sobre una mariposa, acaso nunca fui gigante, nada de eso. Le arranqué las escamas, se prendió fuego y caía en picada, yo no quería detenerla. Me ví encerrado en su capullo por un largo tiempo, ya casi no podía respirar así que me dormí; al despertar lo único que vi fue a un horrible gusano que se tragaba una hoja de mi jardín - “Estoy en casa”- pensé. Pero ahora era demasiado pequeño y tenía hambre, mucho hambre. Me dejé caer y corrí hacia la entrada, cada paso que daba me volvía más y más gigante, pensé que estaba creciendo, que volvería a mi tamaño natural, pero luego de volver a mi estatura antigua, seguí creciendo y me vi en plena pelea con un escuadrón de hombrecitos que me disparaban directamente al pecho. Suerte que mi corazón era de acero por ese entonces.
Con cada disparo que me daban, yo me iba haciendo más y más pequeño. Tuve la idea de correr desesperadamente hasta algún lugar, qué importaba, y llegué a otra puerta. Esta vez la tiré abajo, podía pasar pero tuve que agacharme bastante. Corrí hacia el baño, me dolía todo el cuerpo, abrí el grifo y, cuando vi mi oportunidad, me trepé hasta la pileta y me dejé llevar por el agua. Aún no sé quién soy.