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miércoles, 27 de febrero de 2013
Malena no escuchará nunca mis plegarias y confesiones
Vió una flor y a la muerte en la misma vereda. Terminó su pensamiento luego de
catorce siglos y siguió caminando, la triste Malena.
Su mirada de otoño se dejó observar solo una vez más, luego desapareció para mezclarse
con aquel humo espeso de la multitud, con la agonía a cuestas y un velo de silencio y
calma. Pasó por las vidrieras escandalosas, miró desde afuera los teatros repletos y no
pudo comprender nada, apenas era su voz lo que oía, pero solamente Malena, porque su
voz es muda, su voz es pensamiento.
¿Quién sabrá? ¿Quién dirá? Si todo lo que tenemos son conceptos y juguetes. Malena
abrirá los ojos un millón de veces más y no sentirá nada porque todo ya lo ha sentido en su
habitación, cofre de su memoria. Un puñado de oro es el sol, Malena ¿puedes verlo?
Voy a desaparecer con vos cuando canten los grillos y los pájaros se los devoren, cuando
mate aquella lluvia al fuego que nos protegió, Malena espérame que yo si puedo escuchar
tu voz. El grito desde las cenizas no deberá opacar tu voz, dulce Malena, que esperas a que
algo llegue. Y si son más de las tres, espero encontrarte dormida, meterme en tu almohada
y así en tus sueños, hermosa sonríes al oírme decir allá voy...
No sabrá Malena nunca acerca de mis plegarias, ya su mente mató a su dios. Una belleza
en el umbral del infierno es Malena, un pétalo y un amor.
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