Radek dejaba caer una matchbox en el suelo cuando estaba por pasar el tren. Es que se sentaba a fantasear con aquello que escupe fantasias en los cerebros. Primero bajaba la gente más enérgica, verdaderas ratas; los enamorados iban segundos, formaban micro cadenas tomados de las manos de a dos o de a tres y luego venían las viejas gordas, rebotando entre las puertas automáticas como globos terráqueos deambulantes... Así pasaban las viejas raquiticas, los enfermos y por último, casi cuando estaban por cerrarse las dos puertas, los poetas. Ellos si que están cansados, deambulan por las calles y parecen anémicos, incluso los que lucen un gran estómago andan como hambrientos y parecen sufrir de un leve estado febril. Uno de esos cinco o seis mil poetas que bajaron del tren era su amigo, Djerk.
- ¿Cómo has viajado? - preguntó Radek con un gesto que no se decidía por ser simpático o necio.
- Odio los trenes ¿Para qué me haces esa pregunta?
Levantó su matchbox del suelo y caminaron hasta encontrar la casa de Elvira.
- Mis buenos muchachos - dijo Elvira - han llegado justo para ayudarme a solucionar un problema... Un inmenso problema que me está costando mucho trabajo solucionar.
- Perfecto, un poeta y un pensador ayudando a... ¿Qué sos vois? Dime - preguntaba Djerk con un tono enfermizo.
- ¿Es que debo ser algo? Un poeta no ve más allá de las etiquetas?
- Definitivamente, lo hacemos, pero necesito encontrar algo en las personas... De hecho, Radek tiene el tag de pensador porque no es nada más que un mantenido, quiero decir que vive de rentas y no ha pasado por nada como para que le tengamos siquiera... Lástima.
- Lástima? - Se quejó Radek. Yo no quiero tu lástima. La pena de un poeta en ruinas, de un vagabundo de la nada, de un tesorero de barrio pobre. No, eso no quiero.
Elvira miraba a Djerk con ojos de furia. Le parecía que su último viaje lo había convertido en alguien mucho más cruel.
- Et vous te ries por el frío en mi interior... Puedo verlo, Elvira. Pero no debes reir, ¡Eso no! Porque estoy hecho de diversos materiales, aunque son rosas y puñales mis manos, esta boca escupe cristales que cortan la carne, que matan la sonrisa y ...
- ¡Ya basta! Esa forma de hablarle a mi Elvira, a mi hermosa Elvira ... No, no voy a permitirlo.
Radek se exponía como nunca antes lo había hecho. Exclamaba su amor de un modo tímido pero combativo, defendiendo a su amada a toda costa, incluso de las palabras de un poeta ácido. Sería una batalla tener que enfrentar la burla de Djerk, sin duda, pero lo peor, lo más aterrador, sería tener que pelear primero con la duda de saber qué pensaba Elvira del asunto y luego, en el peor de los casos enfrentar el rechazo, mas si Elvira se entregara a sus brazos como en una novelita de almíbar, el dragón de aquel cuento de hadas sería el primer enemigo nuevamente. Burlándose de ellos dos con esas palabras cada vez más fantasy.
- ¡Bueno, si! Estoy profundamente enamorado de ti, oh, Elvira mía ¡Cuánto tiempo he vivido así!
Caminaban los tres casi en fila india buscando algún lugar vacío para sentarse y tomar algunas cervezas. Encontraron un cafetin llamado "Enola Gay" y entraron. Las mesas estaban humedas y corría un aire de coffee - Show - Nekro. Sin preguntarles nada, un viejo que oficiaba de mozo, cobrador y como encargado de limpieza, venía cargando con una sola mano tres jarras de cerveza. Tan solo Djerk se quedó mirando aquella hazaña. "Es un truco con los tendones" - explicaba el viejo con aire risueño.
- Pues bien - dijo Radek
- Pues bien... - dijo Djerk
- Muy bien - dijo Elvira y continuó - me temo que tengo que explicar aquello de lo que vengo hablando, intentando hablar, desde que llegaron... El asunto es severo, lleno de muchos pensamientos que pueden llegar a lo grosero, bailar con el miedo o ser simplemente porciones de vida desparramadas en ...
- Eso dejamelo a mí - interrumpió Djerk.
Radek tan solo bebía de la jarra y jugaba con los fósforos, cuando escuchaba la voz de Djerk hacer algun comentario sentía que pasaba un tren y entonces los dejaba caer sobre la mesa, para disimular.
- Elvira... Siento muchisimo interrumpirte, lamento ¡Oh no sabes cómo lamento!, tener que decirte esto, pero la cuestión es que me voy a tener que ir.
- La estábamos pasando tan bien ¿Tú que opinas, Djerk?
- Pas mal...
- Ya lo veo! - lanzaba Radek su grito ahogado - quieren hacerme creer que les agrada mi compañia, que pefieren que yo este con ustedes y que pongamos monedas en el jukebox, pero no, nada de eso. Quieren aburrirme, cansarme para que hoy me quede, si, pero que la próxima no los quiera acompañar y así sucesivamente. Y ya los imagino en el futuro, teniendo hijos y bromeando "Por qué no lo llamamos como nuestro amiguito: Radek?"
- Continúa, Elvira, quiero oír lo que dices.
Así Elvira hablaba de su supuesto gran problema mientras los dos escuchaban como buenos caballeritos y dibujaban gestos de preocupación conforme el relato se volvía más complicado.
- Yo creo que deberías hablarlo bien, esas cosas se solucionan del modo más pacífico y racional. Otro modo de actuar podría empeorar el asunto, creo yo.
Radek guardaba silencio, clavaba los ojos en los labios movedizos de Elvira, arrancaba la mirada y se ponía a observar como fluían lentamente las palabras del poeta que ahora parecía estar delirando por la fiebre.
- Oh, bien... - empezó Radek con malicia - bien, bien, pero bien... ¿Qué se traman? Quiero escucharlo ahora mismo, quiero que me digan de qué estan hablando ya mismo.
- Djerk, ¿Puedo confiar en ti? - preguntó Elvira mientras Radek digitaba los botones del jukebox.
- ¡Los Doors, me encanta esta música! - celebraba Djerk. - Vamos, cuentame, soy todo oídos.
- Lo que sucede es que... Bueno, estoy muy enamorada de alguien, pero creo que no me corresponde.
- Quién es el desdichado hombre que padece tu enamoriento, mi dulce Elvira?
- Es mi instructor de Tae Kwon Do, Francis Lee. Oh, lo amo tanto...
- Amor... Amor, amor ¡Que ironia! ¿Pero cuál es el problema?
- El problema es que... - de pronto Elvira dejó de hablar y mirando a Radek, que recién volvía a sentarse, le dijo: ¡Aguarda! Hey, Radek! ¿Por qué no has dicho una sola palabra desde que llegaste a casa?