Lo más extraño para mi fue ver el living de Mauricio hecho un desastre. Él era uno de
esos tipos pulcros como la oscuridad, a la que le hacía tantos honores, y ese jueves por la
mañana, yo no podía creer que ese lugar fue el que habitó mi amigo Mauricio antes de
morir.
La noche del día miércoles estuvimos hasta tarde platicando sobre asuntos filosóficos y
patafísica, Mauricio, gran conocedor de aquella rimbombante ciencia, chupaba su cigarro
cada dos frases y exhalaba más humo del que entraba en su gran boca; yo lo escuchaba
atentamente, siempre me interesé por el pensamiento de este hombre culto aunque algo
alocado. A eso de las once de la noche decidí volver a mi casa, recuerdo que Mauricio me
acompañé hasta la salida y no lo volvía a ver mientras me alejaba con mi Volkswagen azul
por la pedregosa calle.
Los policías estaban desconcertados, la prensa inquieta, la inexplicable muerte de
Mauricio Di Cannari era todo un tema, un profesor de física de la Universidad de Buenos
Aires con estudios en París y Barcelona, lo volvían uno de esos tipos “importantes” para la
ciencia. Yo conocía aspectos íntimos de la vida de Mauricio, sus romances con Romina
Parla, la secretaria del gobernador de la Provincia de Buenos Aires y sus dos hijos, no
reconocidos, con una joven francesa en el año 1997, año en que Mauricio daba conferencias
a los franceses sobre sus nuevos estudios sobre física y matemáticas. Pero éramos pocos
los confidentes de aquel tipo misterioso, tan solo yo y Franco de la Serna sabíamos estos
escasos datos sobre Mauricio, quien prefería hablar de temas más profundos que la vida
privada, tanto la suya como la nuestra; creo que en los siete años de amistad que tuvimos,
Mauricio, no se aprendió nunca mi segundo nombre y, a veces, me pongo a pensar en que
no se sabía mi apellido tampoco <<Los nombres no importan, lo importante son los
hechos>> solía decirnos, y le hizo honores a su frase cuando publicó uno de sus libros más
interesantes bajo un pseudónimo. De todas formas teníamos un lazo de amistad enorme
los dos, y supongo que él lo tenía con de la Serna también, así que poco importaban los
nombres para nosotros.
El comisario que estaba bajo la jurisdicción en que Mauricio apareció muerto era un tipo
nuevo en la zona, estaba reemplazando al anterior que había sido encarcelado después de
salir a la luz un romance suyo con una menor de edad, al parecer era de mutuo acuerdo
pero la justicia no lo entendió así y la moral tampoco. Dejó a un oficial joven haciendo
guardia en la casa de Mauricio pero a mi me dejó ingresar bajo la orden del comisario ya
que me encontraban como testigo, extrañamente no me consideraban sospechoso así que
eso me dejaba pensar en la forma en la que murió mi amigo, ¿Se habría suicidado?
Mauricio no tenía mucama, tan solo una mujer extranjera venía a hacer la limpieza
semanal los fines de semana, la muerte había ocurrido en la madrugada del jueves así que
solo la localizaron para pedir datos sobre la gente que entraba en la casa, la mujer no pudo
aportar nada porque el hermético profesor no dejaba que nadie lo visitara en el horario en
que ella realizaba sus tareas, tampoco me había escuchado nombrar nunca y no pudo dar
datos exactos de la oficina ya que Mauricio no le permitía el ingreso. Había muchas dudas
sobre el caso, la policía no nos daba información y tanto de la Serna como yo, nos
encontrábamos con una gran incertidumbre.
La muerte de personas conocidas siempre crea una expectación extra en la gente y sobre
todo cuando no se dan datos sobre la investigación. Recuerdo que hasta los noticieros más
destacados ponían al aire informes banales acerca del caso e intentaban, siempre en vano,
hablar con el comisario o con el policía encargado de que nadie ingrese en la casa. Por
suerte yo no era nada conocido, un simple oficinista y nadie se percató de acercarse a mi,
tampoco a de la Serna porque apenas salía de su casa y muy pocos, sabían sobre su
amistad con Mauricio.
Una noche me encontraba sentado en mi sofá, el televisor estaba encendido pero no lo
estaba mirando, recuerdo algunas imágenes azules que se sacudían al ritmo de una música
espantosa, similar al heavy metal y los múltiples comerciales mostrando a gente alegre
consumir productos carísimos para la gente normal. Yo estaba ebrio y jugaba con un
revólver Webley Mk. VI, regalo de mi abuelo paterno. Por suerte me quedaba una sola
bala en el cargador ya que recuerdo haber gatillado dos o tres veces. Sonó el teléfono, lo
atendí como pude y se escuchó la voz del comisario, quería hablar conmigo acerca de la
muerte de Mauricio, traté de acomodar mi voz y le contesté que me encontraba enfermo
pero volvió a insistir una, dos, tres veces, hasta que tuve que aceptar.
La oficina estaba llena de un espeso humo, me hacía recordar a Mauricio. Con voz serena
me ofreció un vaso de agua el cual no acepté buscando el ofrecimiento de un café que fue
traído por su secretario. Se tomó un momento acomodando algunos archivos y
telefoneando a alguien, no recuerdo el nombre. Luego, cuando estuvo todo en silencio
comenzó a hablar. A duras penas comprendía sus palabras, supongo que el se había dado
cuenta de esto así que, con una paciencia que llegó a sorprenderme, a pesar de mi estado,
comenzó a hablar de nuevo. Me estaba mostrando los datos de la investigación. Mauricio
Di Cannari había muerto el jueves tres de agosto a las cuatro de la mañana luego de
dispararse con un revólver en su cabeza, el arma nunca había sido encontrada pero las
pericias habían determinado que nadie más entró a la casa después de mi aunque la
puerta trasera estaba abierta violentamente, se creía en mi inocencia porque yo había
abandonado la casa a las once de la noche y varios testigos confirmaron haberme visto
entrar mi auto al garaje alrededor de las once y media. ¿Cómo había muerto Mauricio
entonces? nadie se lo explicaba, los rastrillajes en busca del arma no habían tenido
resultados positivos, nadie sabía nada de su vida, en Francia y España no se tenían noticias
sobre Mauricio desde dos años atrás, etc.… nada llevaba al esclarecimiento de su muerte,
una muerte tan misteriosa como su vida.
Habían pasado tres semanas y la custodia ya no estaba más allí, los noticieros hablaban de
otros asuntos y otras historias falsas, la policía buscaba a un narcotraficante pero con poco
éxito y todo seguía igual, como si Mauricio hubiese hecho uno de sus viajes a la vieja
tierra.
No sé como llegué a aquel lugar, tal vez impulsado por mi propio ser o por la nada. Me
encontré de pronto en el portón de la casa de Mauricio, llevaba mi sobretodo negro y mis
guantes, contemplé la casa como si mi amigo estuviera allí dentro por unos segundos y
comencé a rodearla como un loco, caminé varios minutos por alrededor de aquella casa
extraña, observé el tejido de alambre enredado por las hiedras, miré los enormes pinos del
jardín pero nunca me detuve. Por fin observé que había un hueco en el alambrado y eso
que llaman intuición me hizo seguir un rastro inexistente, imaginé que alguien pudo haber
salido por allí, entonces tracé un camino, hasta ese entonces, imaginario. Caminé alrededor
de quince minutos, siempre guiado por ese pensamiento hasta que me encontré con la
siguiente vivienda, mucho más grande que la de Mauricio y con otro hueco en el
alambrado, me metí arrastrándome y me encontré con una arboleda enorme, la misma que
se dejaba ver desde la calle cuando iba llegando a la casa de Mauricio en mi auto azul. Dí
algunas vueltas hasta que encontré un revólver atado a una soga a la cual seguí hasta que
me llevó hasta un perro muerto, ahorcado porque la soga se había enredado en una rama.
“Astuto” pensé de inmediato y decidí no decirle nada a nadie hasta ahora… que estoy
muy ebrio y jugando con mi revólver.
01/08/12
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