viernes, 25 de enero de 2013

Las Profecías de la Soledad

Su alma le apretaba el hígado. Ardía su cuello, con las venas hinchadas y los nervios al
límite. Como garras de un Lucifer terrenal, sus manos estaban tensas y su lengua
espumosa y maldita. Sería cruel contar sobre sus ojos porque nisiquiera el demonio miraba
así.
En la mesa había un cuchillo y el no no sabía si salir a matar o matarse. Exclamó un
chillido tremendo, eléctrico, antiguo; tiró la mesa de un golpe. XIII estaba solo en su casa,
se sentía solo en el mundo, o peor, en la vida. Tuvo que encender un cigarro y eso, tan solo
eso, le permitió relajar un poco su cuerpo, posar los omóplatos sobre la pared y luego
dejarse caer hasta estar sentado en un rincón de su casa. Recordó aquel viaje a Grecia
cuando vió una foto que colgaba solitaria en uno de los muros, estaba el con una sonrisa,
levantando el pulgar y abrazando a su hermano ¿Por qué las personas suelen ser tan
vacías? ¿Será que nacemos llenos, listos para completarnos, o será que estamos destinados
a ser siempre así? ¿Así cómo?
XIII había estado treintacinco años en un mundo que jamáz comprendió o que nunca lo
comprendió a él, a XIII. Ahora, creía él, que era tarde, que ya sería tarde por siempre así.
Se apoyó en el alcohol mucho tiempo pero de nad sirvió, lo dejó, creyó en el suicidio pero
se sinió miserable de tan solo pensarlo. Otra vez posaría sus labios sobre un vaso de
cerveza o algún licor, daría un centenar de tragos y se dejaría caer en un profundo sueño,
allí, solitario hasta que vuelva a salir el sol.
FIN
Fred Sima

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