Como si no le quedaran ya minutos en el cajón, Leudo se acercó a su mujer que dormía tranquilamente, le besó la frente y le acarició el cabello. Había decidido escapar esa misma noche, a pesar de que una incesante lluvia era más amenazadora, incluso, que su propio ser. Pero era necesario hacerlo, escurriría sus ropas una vez que haya llegado a algún lugar a salvo del agua y así estaría bien, nunca le había gustado estar mojado.
Guardó en un bolso sus zapatos nuevos, dos camisas (una blanca) y un pantalón. El reloj, la afeitadora, unas tijeras, un cuchillo de mango de plata y algunas otras pertenencias chicas las puso en una cajita de madera, similar a un cofre, que llevaba siempre consigo.
El automóvil se lo dejaría a su mujer, además de algunos ahorros, el se llevaría lo necesario para subsistir hasta que consiguiera un empleo. Así que se largó bajo la lluvia aquella noche de mayo, en la que solamente se escuchaba el ruido del agua y no así, a los búhos, tan frecuentes en esa zona.
Continuará.
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Este mini capítulo continúa la próxima semana.
Aviso que próximamente estaré publicando los nuevos cuentos: El culo de las Hadas - Parte 2. Killing Putana y Conejo Negro. Los espero en La Poesía Desarmada. Saludos.
Guardó en un bolso sus zapatos nuevos, dos camisas (una blanca) y un pantalón. El reloj, la afeitadora, unas tijeras, un cuchillo de mango de plata y algunas otras pertenencias chicas las puso en una cajita de madera, similar a un cofre, que llevaba siempre consigo.
El automóvil se lo dejaría a su mujer, además de algunos ahorros, el se llevaría lo necesario para subsistir hasta que consiguiera un empleo. Así que se largó bajo la lluvia aquella noche de mayo, en la que solamente se escuchaba el ruido del agua y no así, a los búhos, tan frecuentes en esa zona.
Continuará.
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