martes, 28 de mayo de 2013

Chocolates en el funeral

- Nunca había visto rosas en una botella - dijo Clara antes de cerrar los ojos.

Mauro la había visto morir, en sus manos estaba ella tendida y ya sin vida; en sus ojos, mil pasados, todos con esa mujer. Como si no tuviera voz, Mauro solo derramaba lágrimas que rompían en las mejillas de Clara.
La dejó en la cama en donde habían dormido la noche anterior y se sentó a su lado. CÁNCER Y FLORES. Nadie lo había amado como ella y a nadie amaría tanto él.
En los muros se dibujaban recuerdos, nubes, luces y chocolates. Maldito el amor que no se va nunca. Toda la habitación jugaba con los recuerdos y Mauro era una marioneta de ellos.
El día del funeral, Mauro vestía de negro, como se debe, según la tradición. La madre de Clara lo miraba mal, él sabía que no tenía la culpa, el cáncer afecta a millones de personas. En uno de esos recuerdos recurrentes que sufría desde la muerte de Clara, le pareció oirla igual que esas veces en donde ella le pedía un chocolate a cambio de un beso. Salió corriendo mientras todos lo miraban y hablaban en voz baja. Volvió a los quince minutos con un chocolate y lo dejó en el cajón. Los ojos de los presentes se clavaron en Mauro quien de pronto dijo: "Ahora dame un beso" y se clavó un puñal en el medio del pecho. Ahora todos lo miraban, ya no correr como un loco, sino morir, como habrían de morir algún día.

domingo, 19 de mayo de 2013

Carta a mi amigo que se fue

El grito invertebrado del cañon suena todavía en mi cabeza
No puedo comprender por qué te hiciste eso...
Me duele por mí, por vos, por todos, debo ser egoísta, me duele más por mi. Porque alegrabas, de alguna manera, tantas cosas de mi y a su vez alimentábamos juntos muchos demonios, eso no nos hizo bien, pero ¿Qué podíamos hacer? Si la vida se mostraba tan cobarde, tan dura y criminal que los dos éramos nada en su juego...
Y ahora me preguntó ¿En dónde estás? Si es que estás... ¿A dónde vas? Si es que aún guardas las ganas de andar...
Seguís en los caminos que los dos andamos juntos, seguís en cada objeto que, al verlo, me refiere a tus recuerdos, seguís llamando en la entrada, en cada calle que te ví, en mi cuarto.
Me da terror que sea de esta forma, a veces siento que me estás llamando, mas si lo hacés, hacélo, llamáme de una vez.
Y yo te daré una respuesta, porque no creas que no nos volveremos a ver, pero es como decíamos antes "Hoy tengo algo que hacer" te pido, entonces, que así ya no vengas, te dejo mis sueños para que hagamos la reunión, nos vemos ahí...

martes, 7 de mayo de 2013

Bésame en la frente, la historia del clown.

En la ciudad, la extraña y maldita ciudad, todos veían rondar a un clown. Sombrío, callado, lo creían maniatico. Un ser de lo más extraño. Lo llamaban No Fun, en alusión a la canción de los Sex Pistols, pero nadie sabía su nombre ni nada de él. Siempre que salían a la calle, el clown estaba por ahí; a veces caminaba sin rumbo, otras se quedaba parado en silencio y miraba a la nada, hasta que llegara el puto ocaso.
Los niños le tenían miedo y los adultos le temían en secreto. Algunos adolescentes lo admiraban. Habían grafitis con el lema "Ahí se queda el clown" o "No Fun te observa" pero él no prestaba atención a nada.
Por la noche eran pocos los que salían a la calle, ya con la protección del sol, muchos eran los que recurrían al municipio a pedir que se encarguen del tema, pero nadie se animaba.
Un tarde cuando solo algunos jóvenes vagaban por el cemento gris, se oyó un grito infernal, tan agudo como si una bestia lo hubiese disparado desde su maldito corazón. Inmediatamente todos fueron a ver a No Fun, pero él estaba inmóvil. Solo una chica de cabellos dorados y ojos de miel se animó a acercarse.
-¿Fuiste vos? - le preguntó.
El clown no habló. Entonces todos se fueron.

Desde esa vez, cada vez que oscurecía, se escuchaba el grito más espantoso y triste del mundo. Una noche de lluvia, el único ser que estaba en la calle era No Fun, ni siquiera los vagabundos se dejaban ver. Y entre los truenos y el agua que parecía querer aplastar al universo, se escuchaba una y otra vez aquel gemido. La chica no lo soportó más, ella no toleraba que alguien sufriera, y salió a buscarlo, bajo un cielo que parecía querer matarla. Lo encontró parado, inmóvil, con los ojos abiertos como si soportara un terrible dolor, un sufrimiento ancestral y enraizado en su ser.

-¿Qué te pasa? ¡Decime!

Pero No Fun no habló, ni siquiera la miró.
La chica, llena de miedo, lo besó en la frente, entonces el clown dijo:

- Era mi alma la que gritaba.

No Fun se fue caminando lentamente bajo la lluvia que seguía callendo sobre las almas. La chica se sintió muy mal y volvió a su casa.
El sol brillaba como eterno, y no se volvió a ver al clown nunca más. Solo unos pocos creen recordar la historia.

FIN

Hoy la vi.

Hoy la ví, estaba sentada en un banco de plaza, fumando un cigarrillo y con la mirada dulcemente perdida. Una nube pasaba sobre su cabeza, pero se fue pronto, la nube se fue. Le quise dar un millón de pétalos de rosas que bailaran en una tormenta de palabras de amor. Si, hoy la vi.
Me pregunté por su vida, por su historia y no pude imaginar nada ¿Será porque estaba feliz de haberla visto? No supe nunca lo que era la felicidad hasta hoy, porque hoy la vi.

domingo, 5 de mayo de 2013

I love you

Miriam Rose era la mejor actriz que jamás haya existido. Esta francesa era talentosa, hermosa, tenía clase y estilo. Yo, en cambio, era un escritor principiante. Miriam no solo había conquistado Europa y Estados Unidos con films espectaculares como: "Eclipsame", "La dama loca", o "Yo lo hice"; en todos los continentes se la admiraba y se la consideraba una joya de la actuación.
En una gira por Argentina en la que Miriam promocionaría una nueva película, se alojó en uno de los más importantes hoteles de Buenos Aires. Todas las tardes la actriz saludaba desde el balcón a sus fans que la esperaban desde el medio día. Yo era uno de ellos, yo estaba enamorado de Miriam Rose. Tenía la fantasía de algún día conocerla y que ella se enamore de mí.
Durante el tiempo en que Miriam estuvo en Argentina, yo estaba realizando los últimos arreglos para que mi segunda novela: "El dragón mordía las rosas", se vendiera en las librerías.
El día de la presentación de mi novela no fui a verla a Rose, quien daría su último saludo ya que las entrevistas habían sido realizadas por todos los medios locales. Mis conocidos estaban allí, conmigo, en una de las quince librerías que pondrían mi novela a la venta. No pasaba nada, la gente ignoraba el cartel de presentación enorme que yo había pagado de mi bolsillo y seguían comprando libros de auto ayuda. En eso, la gran Miriam Rose entró a la librería acompañada de dos custodias. El tipo de seguridad debió poner candado para que los fans que la perseguían no pudieran pasar. Yo estaba anonadado. ¡El amor de mi vida en la presentación de mi libro! Tomé un ejemplar de mi obra, me acerqué y se lo dí. Ella me miró sonriendo y tomó el libro con sus francesas manos. Creí que hubo una conexión, entonces me puse firme y decidí decirle todo lo que sentía pero recordé que no hablo francés, entonces le dije algo que cualquiera puede entender: "I love you". Miriam sonrió y me miró casi con lástima y con una pronunciación terrible del español, la francesa me dijo: "Muchacho sos muy gracioso, gracias". Mientras ella y todos reían de mi fracaso, Miriam dejaba el libro en una pila con varios libros malos... Luego la vi que se alejaba y, se detenía en otro estante. Todos se reían y mi confianza se iba muriendo de a poco. Miriam Rose es la mejor actriz ds Francia y yo un escritor que no vende, la comprendo... Aun la amo.

sábado, 4 de mayo de 2013

La mujer de los ojos rojos

Estaba a punto de irse, a punto de dejar de existir, ya no vería al sol nunca más. Ella lo amaba, iba a extrañarlo eternamente. Como de la nada comenzó a recordar aquel parque en el que se encontraron mil veces a escondidas cuando éran jóvenes. Los recuerdos aparecían y se desvanecían en sus lágrimas como si se tratara de un juego. Absurdo era insistirle a la vida que lo perdonase, a la muerte que lo olvide. Comprendió, en ese instante, que las luces nunca han de brillar por siempre, que incluso las estrellas mueren; ellas que parecen ser eternas, no lo serán jamaz.


Los ojos de aquella mujer reflejaban una historia y un presente, estaban rojos como la sangre, mas la pasión en su mirada había desaparecido, sus ojos estaban rojos por el llanto atroz que no la dejaba ver, ni siquiera, un dejo de esperanza. Él continuaba allí, alejándose, mientras no podía moverse.