El año de la rata había muerto.
Ni siquiera el Buddha lleno de sangre podía creerlo. Radek buscaba señales en
el mundo y sus dedos, amarillentos por el alquitrán, eran una señal, no del
mundo, sino de su Apocalipsis. El pensaba, más bien creía, que los sueños son
solo utopías vacías.
A las tres de la mañana el sucio
barrio era ese escenario para actuar así, como un clown consternado. Mas las
luces indemnes brillaban en los letreros del maldito neon que anunciaba a los
bares y querían ser solemnes, lo buscaban desesperados, pero Radek lo sabía,
comprendía bien que el cerdo entraba despacio y hambriento a aquellos chiqueros
que los recibían tan concupiscentes. El que más detestaba era aquel de las
luces violetas, ubicado al lado del café “Cass”. En Cass era diferente.
Anarquistas fervorosos, los de la vieja escuela, los del Partido Comunista,
Poetas y demás; se contaban historias de la juventud, se maravillaban de los
recuerdos y soñaban. Pero Radek no creía en los sueños. El se sentaba junto a
la ventana y fumaba sus minutos, acaso, tal vez, se fumaba los sueños a los que
se negaba.
Héctor J.K. entro fingiendo ser
un hombre de bien. Saludo con cumplidos a algunos clientes, le miró el culo a
las dos o tres mujeres (las únicas) que allí estaban, y tanteó con la mirada
para encontrar al solitario que lo aguardaba con un fastidio imposible de
disimular.
- Tengo trabajo para vos. - Dijo
Héctor. Era un mal bicho, un proveedor de narcóticos en la periferia de la
ciudad. Había reclutado a Radek cuando este era adolescente.
Radek se sentía mal; no le
gustaba ser cómplice de llevar mierdas así a Cass.
- No estoy más en el negocio,
Héctor. –Su voz salía rasposa.
- ¿No estas más? ¡Imposible! Esto
se vende solo, es oro puro.
- ¡Y que se venda solo entonces!
Héctor J.K. se levanto de su
silla y, encolerizado, sacó un revólver que llevaba en su cintura. Apuntó a
Radek con el arma. Le temblaba el pulso como en una película.
-Vos no te vas – pronunció el
delincuente.
-¡Mierda! ¡Matame si queres, no
me importa un carajo!
Todos se habían quedado duros,
llenos de miedo. Una francesa de unos veinte años miraba desde atrás de una
columna para protegerse de algún posible disparo.
- Buenos Aires.-dijo Radek
despacio, vacilando un poco.-En Buenos Aires uno puede hacerlo todo, compadre.
Uno puede matar, prostituir, vender droga, trabajar, robar; uno hace lo que
quiere.-Siguió ya con un tono más firme.-Ahora… ¿Quién mierda elige dejar libre
a los demás? Una vida no es nada más que una idea, hacer o no hacer la misma
cosa. Matame de una vez, matame que ya no quiero ver, elijo no ver más nada. Mi
vida esta muerta, sacame el cuerpo. Mi vida no fue nunca vida, ayúdame, matame.
Buenos Aires… la puta y hermosa Buenos Aires ¡Estoy harto de Buenos Aires!
Matame, somos uno; matame y será como un suicidio. Masacralos a todos y que se
hunda la ciudad y después el mundo.
Entre atónitos y entupidos, los
allí presentes habían quedado con la boca abierta. El amenazante tipo bajó el
arma, insultó para sus adentros y se largó. Algo frío quedó entre los muros,
dentro de las copas, en los cristales de los lentes, en la madera, en las
almas… Radek se sentó y no pidió nada; la camarera había llorisqueado un poco
con el alocado pero sentido discurso de ese hombre que siempre parecía un
fantasma, por no decir que pocos lo notaban. Ella iba por las mesas y lo miraba
cuando podía. Tal vez eso generaba Radek: Curiosidad... Solo eso.
Se sentía mejor. Ser un dealer es
igual de sucio que ser un proxeneta o un violador.
En su casa tomó media botella de
vodka, fumó hasta que le salieron llagas y, parado en medio de la sala, puso
una pistola en su cabeza. I Sat anunciaba “La lista de Schindler”, le gustaba
esa película, así que la vio.
No visitó el bar por tres meses,
en cambio, deambulaba todas las noches por los suburbios, miraba a una sola de
las lunas, la amaba y la maldecía al mismo tiempo. A veces le hablaba. <<
Si me dejaras en paz… Si no me observaras con esos luminosos ojos. Me gustaría
amarte bien, pero le temo a muchas cosas; ¡Ay de nosotros que hemos de
sentirnos solos cuando mi carne esta sangrando! Luna perra que me quisieras
ignorar tu también, ¡Luna maldita! Mas hermosa eres, luna melancólica…>>
Cerveza, armas y pétalos. Por
designio de algo infinito se convirtió en sicario.
Todos nacemos y estamos dotados
para crear vida, todos morimos y estamos armados para dar muerte.
Si existiera Dios realmente ¿Qué
mierda hizo? Nos envío a esta guerra que se llama mundo, universo,
basura…Peleamos ciegos de miedo y dolor, sufrimos, buscamos ¡Y encima debemos
adorarlo! ¿Para qué? Tan solo para gozar de una eternidad de la que no estamos
seguros, para ser eternos asexuados, ángeles castrados y enfermos, neuróticos y
desnudos.
Después de decir esto, Radek
apretó el gatillo y acabó con el idiota que lo escuchaba asustado mientras se
revolcaba en el suelo lleno de mierda. Murió al instante, igual que los brotes
de cerezo al ser devorados por los pájaros, guerreros del cielo.
Tirado contra un muro de su casa,
Radek, padecía de remordimiento. Él nunca hubiese matado, pero tenía que
sobrevivir, por algo que no sabemos, todos hacemos algo para sobrevivir. En el
suelo los billetes sangrientos y las botellas de cerveza vacías. En su mente el
pobre gusano todavía rogaba piedad con su mirada. A Radek le habían pagado para
matar y eso era lo que hacía: Matar a quienes le debían dinero a M.de.M. y él
fumaba y fumaba, salía y mataba.
[Glorias y flores absurdas,
Cristos horribles y nauseabundos]
No había lugar para el amor,
lugar físico, porque, en su alma desgraciada la búsqueda y la necesidad de amor
eran desgarradoras.
Volvió a Cass. Todas las noches
se tomaba un trago, ahora podía pagarlos, y después iba a su casa y trataba de
dormir. Dormir era como estar muerto y, ¡como le gustaba dormir!, no temía a la
muerte, sabía que iba a morir pronto pero también pensaba mucho en el suicidio,
tenia claro que lo haría en algún momento. Por ahora prefería seguir en el
infierno de vivir así y no sabía por qué. Pero lo que más le dolía era eso de
sentirse invisible ante los demás. Se sentía seguro al matar por que ni
siquiera la ley y sus putos legistas lo observaban << ¡Al menos si el
Diablo se interesara por mi alma!>> - se lamentaba-Pero nada. En el bar
todos parecían haber olvidado el incidente con el sucio Héctor J.K. Aunque
tomaba la misma mesa, todo el mundo lo ignoraba. Allí recordaba a su madre: los
días en la provincia de Mendoza escondidos de alguien, el regreso a Buenos
Aires, su padrastro y el maltrato a su pobre madre, su dolor, la muerte de su
madre, la eterna soledad. Ahora era un asesino ¿Qué más da? Ya no buscaba nada,
tan solo existía o al menos creía hacerlo.
Fue en ese lugar, al lado de
Cass, de donde la vio salir. El cabello rojizo y abundante, el maquillaje
barato pero bien usado, tacones rojos y un traje símil cuero color negro. Vio
en los azulados ojos de la mujer una pena inmensa, tan grande como la propia.
Decidió buscarla, no importaba que trabajara en el prostíbulo, él mismo era
hijo de una vieja trabajadora de aquel lugar.
II
No siempre coger es amar, no
siempre vivir es existir.
Entre viejos y horribles
recuerdos, con el sonido de los disparos aún sonando y mas de diez pares de
ojos que no se querían apagar, Radek era lo suficientemente fuerte para amar a
Roxana y para que ella lo ame a él. Pero que dolor por las noches, cuando
juntos llegaban al maldito lugar y se separaban.
El estaría en el bar hasta que el
sol le avise que eran libres, ella en el prostíbulo, con los cerdos.
Radek bebía ron y fumaba y
pensaba: <<Mi madre, la muerta, se pudre cada vez más en un cajón,
enterrada en donde ya no se… Mi padre inexistente, mi dolor permanente, los
hijos del tiempo y la lujuria, los últimos segundos y la vida pesa, hermano, la
vida pesa mucho. Mira, todo se duerme, mira, todo se muere. El sol la coge también,
el sol es el Diablo, el Diablo es Dios y yo soy mi Dios, por que el tal
todopoderoso no se ve y yo soy invisible, soy algo si me ven, si me veo, mas en
soledad ¿quién puede decir si soy o no soy algo?>>. Le dolía mucho vivir
así. Acercando una mano a su cintura acarició su arma, se sonrió y dio un trago,
pagó la cuenta y se fue a buscarla. Roxana volvería con él.
Abrió la puerta y se encontró con
el proxeneta, un gordo lleno de cebo y dinero. Preguntó por Roxy Pussy –así se
llamaba ahí- pero le dijeron que estaba “acompañada”. Empujó al marrano y fue a
buscarla.
En el primer cuarto que abrió, un
jovencito con cara de necio y perfumado estaba montado a su mujer. Radek se
quedó en la puerta y los dos practicantes lo miraban y le decían que se fuera.
<< ¿Qué no escuchas, boludito? ¡Andate! – gimió el necio con voz
chillona… Radek sacó su arma y entre los gritos de Roxy Pussy y el necio cerdo,
disparó dos veces. La sangre manchó la hermosa cintura de la desnuda mujer que
quedó tiesa. << Vamos>> pero la mujer temblaba << Era el hijo
de M. de M >> pronunció Roxana con la voz interrumpida. Llegó el
proxeneta junto a dos mujeres más y vieron la escena. Radek tuvo que matar este
tipo también. Las dos mujeres huyeron mientras Roxana se vestía y luego
quedarían ahí los dos cuerpos sin vida ni más efecto que el de la putrefacción.
M. de M. se enteraría pronto,
había que huir lo antes posible de la ciudad. Tomaron dinero y se fueron,
sabiendo aún que no sería fácil escaparse del mafioso.
Muchas veces Radek le ofrecía a Roxana
que se escape sola, que haga una nueva vida, él se entregaría, pero ella lo
amaba y lo seguiría hasta el final.
- ¿Por qué me amas?
- Porque somos uno. - Contestó
ella.
- ¿Realmente lo creés?
- Lo sé.
- Vamos a morirnos…. ¡Van a
matarnos!
- No lo sabemos.
Mientras se alejaban del lugar,
Radek se extrañaba de sentir por vez primera nostalgias y de lamentarse por
dejarlo. Algo de amor y de odio, tan clásico en los seres humanos. Con Roxana
era todo nuevo: amor y renovación, en una sola mujer, puta la vida, miserable
el...
Pero al ver los ojos de ella, mirándolo
emocionados, aun en el fin del año de la rata, tenía la sensación de que algo
cambiaría, de que su pasado se esfumaría, el tiempo correría con un vestido
nuevo y la vida (¡Puta, la vida!), llena de la misma mierda, se libraría del
rencor.
La orquesta de un tango sonaba a
las dos de la mañana en el bar que los refugiaría. Tenían la certeza de que los
seguían, de que la policía estaba al tanto de todo, porque el proxeneta era
amigo de la parca azul y es así en todos lados. ¡Ay, si no fueran tan pobres! Y
el tango “El llorón” seguía sonando, Radek quiso llorar, pero era débil, no
podía hacerlo. “Mi caballo bayo” seguía orquestando la fuga. Roxana tomaba
cerveza y se moría de frío.
<< Maldita la suerte perra
que de repente me lo llevo (…) cuando una peste triste lo revolcó (…) pobre mi
caballo bayo, como lloraba cuando murió (…) “. La abrazó y ella se poso en su
pecho, pidiendo refugio << Pobre mi caballo bayo, como lloraba cuando
murió (…) y yo con el alma rota le dije: Bayo, te lleve Dios” >> ¡Que
bien que cantaba Bracati! ¿Saldría el sol en algún momento?
Como un rayo descompuesto y
vomitivo, el sol acunaba a un nuevo día que los miraba caminar desde la noche
vieja. Los ojos enrojecidos y el humo que, desde sus cigarrillos, acompañaba
los pasos.
La mujer se quedó parada, no
podía seguir, se cayó en medio de la calle y Radek tuvo que subirla al cordón.
Un viejo los vio y llamó a la ambulancia que tardó casi tres cuartos de hora en
llegar. Mientras atendían a Roxana, Radek estaba sentado en el pasillo. Como su
cuerpo estaba también débil, cayó en un sueño profundo, casi como si se hubiera
muerto.
Un gigante y de plata se
levantaba frente a él. Apenas podía verlo, el lunatismo que lo colmaba y la
poca luz eran complementos malditos.
La carcajada de Gotama lo estremeció
y una luz fantasmal se encendió estúpida. El Buddha de plata reía y sangraba.
Los chorros de sangre y plasma caían en el suelo que se iba completando cada
vez más. << ¿Que queres? >> Inquirió asustado el pobre fugitivo.
Pero el sangrante solo reía y sangraba y era plateado y enorme. Le pareció que
oía algunas palabras pero el miedo lo confundía.
¡Ya no sangres sobre mí! ¿No me
ves muerto de miedo? Si vas a matarme, hazlo ya mismo. El odio del mundo ha caído
sobre mí. El amor nunca alcanza cuando la herida sangra aún ¿Vos sangrás por
dolor? Podría ser que seas un suicida, que te desangres para matarme...
¡Pobre kamikaze plateado que sos!
Yo… yo muerto he nacido ¡maldita la vida! Y si me sacan la vida, el cuerpo, lo
mismo será…Yo, yo soy…
Lo despertó el médico de
urgencias. Roxana estaba bien, se reponía en su cuarto.
Pasaron la noche en el hospital.
Radek habló con el sereno hasta la madrugada. No le contó mucho, más bien
escuchó las anécdotas banales del gordo tan soez como feo.
Contra las indicaciones del
medico apuraban los dos una cerveza en la estación de trenes y prestaban
atención al vago que cantaba “El ultimo organito”. <<Que fuma, fuma y
fuma, sentado en el umbral…>> se despreocupaban un poco << Y allí
molerá tangos para que cate el ciego (…) que fuma, fuma y fuma… sentado en el
umbral >>
Llegaron los sicarios. Venían a
vengar la muerte del pequeño cabron. Dos desconocidos y un policía de civil venían
a buscar a Radek quien los quiso enfrentar pero bajo su arma cuando amenazaron
con matar a su hermosa mujer. Los subieron en dos autos, los llevaban separados
al mismo lugar.
En un galpón vacío los tenían
atados a un poste, los dejaron allí, con vendas en los ojos y las bocas
tapadas. Luego de una golpiza los sicarios se fueron dejándolos solos.
¡Que dolor horrible! ¿Qué sentirá
Roxana? Saber que morirían así era una pesadilla.
Vio la poca luz y cuando se le
aclaró la vista, diferenció frente de si a Roxana arrodillada en el suelo. El
policía la miraba con una sonrisa de demonio y sacando un poco la lengua, miró
a Radek, luego a la mujer y disparó seis veces. Luego se fue. Dos tipos que
Radek no vio lo golpearon y le gritaban cosas que apenas podía entender, cuando
quedó inconciente lo desataron. Al despertar, el pobre mal nacido estaba solo,
no le quedaba ni su alma.
III
El hígado era ahora su corazón,
porque los sentimientos necesitaban filtrarse para correr por su sangre. Eran
negros y amargos, tan pesados y sólidos como su carne. Se emborrachaba y
dormía. Robaba cervezas, a veces, en Cass, algún viejo anarquista lo invitaba a
su mesa. Los tangos iban muriendo de a poco, callaban las milongas y los discos
venían de afuera. Había oído que en Inglaterra todavía existían los piratas,
que en el mundo reinaban las milicias, que el odio se traducía en bombas, que
Argentina estaba a la intemperie una vez más, que la razón era de lo corruptos,
las voces morían de a poco, como el tango. Pero él… seguía vivo en el mundo
¿Por qué no acabar con todo? ¿Por qué no mato a Roxana cuando los encontraron?
Podría haberla matado y luego suicidarse. Se sentía un cobarde.
Andando por ahí fue que vio a una
rata. Le faltaba un ojo pero estaba viva. << Si solo fueran mis
ojos>>- pensaba.
Dicen que un nuevo dolor tapa un
dolor pasado. Mientras miraba a la gente pasar con sus vidas y sus ojos,
pensaba en su madre, pero el recuerdo de aquel sueño con el Buddha de plata que
sangraba… Y esa sangre era también aquella sangre de su amada muerta. Faltaba
la suya. ¿Cómo mierda seria morir? Con una navaja que se robó de uno de los
comunistas se perforó un ojo. Ahora si, su sangre llovía desde una cuenca y la
gente lo miraba aterrada.
<< ¡Soy el hijo y el
bastardo! El final de todo, el comienzo de la muerte – y siguió- soy el
criminal y soy crimen. Rían, sangren y lloren ¡No sean hipócritas! Comprendan
que así, solo así puedo llorar para calmar mi dolor. Algún día, oh bicsus,
sabrán como es esto, sabrán de qué se trata todo ¡todo! ¿Escucharon? -
comenzaba a sentirse débil su cuerpo- porque estamos en el mundo ¡Si, el mundo!
Y nadie sabe, oh bicsus, que mierda es el mundo.
Mas las sombras - barajaba el
tano- las sombras y las putas son lo mismo: no les importan a nadie, todos las
juzgan, oh bicsus, todos lo hacen, pero ¿alguien sabe algo de ellas? Andan
penando por “el mundo” ¡maldito el mundo, si! Y nadie las escucha, prefieren
escuchar a Dios ¡Dios, ¿Qué mierda es eso?! ¡Solo el conjunto de sus miedos,
solo la bandera de la ignorancia!>>
Tal vez Radek hubiera deseado
agregar algo mas, pero su cuerpo muerto ya había caído sobre el cemento,
acunado por el sol que iba despacio, las miradas de la multitud y la sangre.