Salí a ver el asfalto y me encontré con mi risa aplastada en él. Ya ni siquiera sangraba, era como esos sapos que mueren pisados por un camión.
El recuerdo de una mujer odiosa era la aplanadora, eso y un puñado de tragedias más. Me arrodillé y derramé una lágrima casi invisible. No podía llorar, de tanto dolor.
Fue en octubre, después de tu absurda primavera, cuando puse esa soga en el techo y ahora, ahora que estoy tan dolorido, la miro con amor, con el mismo amor con el que antes me reía.
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lunes, 23 de septiembre de 2013
Mi risa en el pavimento.
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