Mi reloj corre desnudo,
se fuma un cigarrillo y explota porque no tiene boca. Los demás demonios se le
cuelgan de las agujas y las hacen girar de forma extraña, muy diferentes al
reloj.
Está en mi muñeca y
juega con ella como si no hubiera crecido ¿Pasará el tiempo para los relojes?
Yo lo miro cuando me voy, cuando estoy preocupado o cuando está por venir
alguien. Le escribí tantas veces que ya me cansé un poco, pero, la verdad es
que no sé si esto tiene sentido, porque el reloj parece ser tan ciego como sordo.
No es mudo, me dice muchas cosas por día, a cada segundo está diciendo algo
distinto, pero, si se lo escucha muy de cerca, se puede distinguir una vocecita
interminable que nunca deja de hablar. Nos iremos a Roma cuando aprendamos a
nadar, ninguno quiere viajar en barco o en avión.
Me llaman, debe ser mi
reloj.
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