Es lo mismo llorar que morir, pudrirse como un fruto que ha sido, alguna vez, el más maduro y deseado por muchos...
La rosa cayó, el rocio muere al tocar el suelo, siempre por las noches, igual que mueren los locos y los poetas que nunca duermen, por la noche hermosa y cruel, atractiva y despiadada, con besos tan frios como su viento y tan cálidos como sus estrellas; sea como sea, todos los solitarios hemos de morir.
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