Después del trabajo, de una jornada bastante asbsurda, el ser, o lo que sea, se translada. El tren me parecía demasiado brutal, toda esa gente apurada, violenta y ciega que corre en las estaciones era mucho para mi esa vez. No era miedo, era una necesidad de detenerme para no estallar. Paré, me detuve, en un bar frente a la estación. Tal vez fuese porque parte de mi tenía esa ira del viajante moderno.
Me senté y pedí café, café negro. Encendí uno de mis cigarrillos aunque me había dicho a mi mismo que no fumaría hasta después de viajar. Fumé y tomé ese café en muy poco tiempo, pero miles de pensamientos y recuerdos se daban un espacio en mi cabeza; espacio que, tal vez, yo les daba sin darme cuenta. Sin saberlo me dije muchas cosas "Estás mal, muy mal. Pero vas bien". No sé si es verdad. Casi enciendo otro cigarro, casi pido otro café... Pero no, ya era suficiente, ya me había detenido. Ahora cruzaría la calle para meterme a la estación; evitaria la bestialidad de los demás, sería yo, ese que aprendí a ser en los escasos minutos que me llevó parar para tomarme un café y fumar.
19/06/2013
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