Parece que
fue ayer la última vez que nos vimos libres y tradicionales. La lluvia caía en
finas gotas, casi que parecían una leve salpicadura de las nubes. Ella me lo
dijo muy claro: <<Otra vez estoy en problemas, amigo>>. Era verdad,
nunca le había ido muy bien que digamos en la vida, aunque ¿a quién le van bien
las cosas? Yo traté de ayudarla, es decir, solo le ofrecí un oído, cerveza,
cigarrillos y mis libros, puesto que es todo de lo que disponía en esa época,
ahora ya no fumo. Y ella aceptaba, la pasábamos bien, pero decía que los
problemas seguían. Claro, era obvio, la morfina no es la cura.
Yo no sé
qué me pasaba con ella, aunque, definitivamente, no estaba enamorado ni nada
por el estilo. Simplemente sentía un apego, algo bastante fuerte que no terminaba
de definirse. Bien, así funcionaban las cosas, solo por decir, pues nada
funcionaba en realidad, tanto que ella siguiera deprimida. Me puse a buscarle
una solución y lo que hayé fue una respuesta que, de un modo u otro, podría
decirse que cierra un semi círculo el cual yo, ni ella tampoco, sabíamos que
era algo abierto, mejor dicho, una pregunta con una contraria: a mi pregunta
anterior de <<¿A quién le van bien las cosas?>>, me pregunté:
<<¿Qué significa que las cosas vayan?>>.
Así, noté que se cerraba la otra pregunta, más vale, la dejaba de lado, la
anulaba, y abría un manojo de respuestas, en las que, al meditarlas durante un
tiempo considerable (y esto de <<tiempo considerable>> es ambiguo,
depende el sujeto) podía llegarse a la idea, aunque un tanto vaga, que dice que
las cosas no van mal, pero tampoco bien, que las cosas no van... ni vienen. Con
este planteo me dirigí a ella para tratar de convencerla, aunque no sé si es
esa la palabra correcta, mas sí mi intención, que no tendría que hacerse más
problemas por nada puesto que... Y lo que me encontré fue algo que hizo que mis
ilusiones cayeran cual cometa roto: me mostró un cuaderno de anotaciones en el
cual exponía mi misma teoría, pero al final se leía: "¿Si podemos decir
que las cosas no van ni vienen, que no las hay malas ni buenas..., entonces
estamos ante un problema mayor: ¿qué son esas terribles cosas a las que
llamamos 'las cosas', que tanto nos perjudican?" Me dejó anonadado.
Pasó un
tiempo más viviendo la vida según su habitual depresión y yo me había
acostumbrado a eso... sí, no suena nada bien, pero me había acostumbrado y, lo
que era peor, ella también. Pero el asunto fue empeorando cada vez más, puesto
que, sumada a su depresión crónica, la paranoia invadía su cabeza cada vez más
a menudo. Era lamentable verla escondida debajo de la cama y encontrar por todo
su cuarto notas que ella dejaba escritas por doquier con cosas como:
"Vienen las cosas", "Nadie puede esconderse de las cosas",
"No piensen, no hay que pensar porque las cosas van a venir". Cuando
alguien le dirigía la palabra, ella solía contestar de modo agresivo y se
encerraba en su cuarto, luego iba directo debajo de la cama. Una persona no
puede vivir así... ¿no puede o no debe?, ¿tienen validez esas palabras:
"puede" y "debe"? La cosa es que todos creímos que estaba
loco, pero fui yo quien quiso ayudar antes de juzgar y lo que encontré fue
asombroso. Lo escribí en mi cuaderno:
"El Psico", es ese monstruo que nos
atormenta día y noche. Toma diferentes formas, según la historia de cada
persona, y arremete sin cuidado. Tu miedo, todo tu gran miedo de hoy, es causa
de El Psico. Luchar, escapar, lo que fuera, no tiene sentido, El Psico es
implacable.
Los
médicos dicen que hacemos una linda pareja, pero solamente somos amigos, igual
que afuera, ella y yo.
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